Las recientes tensiones geopolíticas apuntan a una transición de un mundo unipolar a uno de orden multipolar, donde el centro se encontrará en la república popular de China. En medio de esta trasformación se ha desatado un conflicto en la frontera ruso-ucraniana. Sanciones económicas, dificultades de exportación, y consecuentes golpes a cadenas de suministros, han generado un aumento de los precios mundiales de alimentos y energía. La inflación está complicando los desafíos económicos de todas las regiones atadas a la burocracia económico-financiera Occidental. En América Latina esto implica un gran desafío, incluso para los exportadores de materias primas, que han marcado las agendas políticas durante más de dos siglos.
Eugenio Anguiano Roch, ex embajador de México en China y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), nos describe el proyecto integral de economía nacional (con un sólido enfoque mundial), que China ha desarrollado para competir comercial y económicamente contra Estados Unidos.
China ha mantenido su estrategia de desarrollo económico centrada en el Estado, señala el ex embajador, eso le ha permitido mantener una economía sin presiones inflacionarias serias, con un crecimiento al máximo posible. Anguiano Roch enfatiza que sus principales receptoras de crédito son empresas estatales, estas generan el 22% del Producto Interno Bruto (PIB) y absorben el 55% de la deuda corporativa total.
No obstante China tiene un sólido sector privado. En las décadas de 1980 y 1990 se crearon bancos comerciales y se instituyó formalmente al Banco Popular de China como organismo central.
Anguiano Roch, explica que el objetivo chino primero fue captar la liquidez necesaria para un crecimiento económico rápido y sostenido, y tener los mecanismos de intervención modernos para fondear a las empresas estatales, mixtas y privadas.
A precios de 2010, el PIB de China en dólares estadounidenses creció a una tasa media anual de 10,8%, de 1982 a 2020. En esos 38 años creció más de 29 veces, colocándose como la segunda mayor economía del mundo detrás de Estados Unidos.
El ex embajador asegura que el país asiático ha invertido en África y América Latina para diversificar sus fuentes comerciales. Los chinos también tienen proyectos de infraestructura y logística en Asia Central, en Siberia y en la Asia Meridional.
Es por eso que el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Estados Unidos, William Burns, ha llamado a China el desafío más importante para EEUU en el siglo XXI.
Burns visualiza a la China contemporánea como la prueba más difícil a la que se ha enfrentado la agencia. Burns resaltó, entre otras cosas, que China tiene un PBI de alrededor de 15 billones de dólares, también es socio comercial importante con 120 países, y líder en inteligencia artificial, 5G, drones, tecnología hipersónica y aplicaciones web.
En este marco el analista uruguayo Darío García, apunta que es necesario que surja un nuevo sistema económico, político e incluso civilizatorio que sustituya al actual orden mundial. Para García el orden actual, conceptualizado desde la escuela de economía política neoliberal, es sumamente tóxico; ha producido pobreza y desigualdad como nunca en la historia de las civilizaciones humanas.
Para García el conflicto ruso-ucraniano está activando transformaciones a nivel global. En concordancia con el politólogo John Mearsheimer, el autor sostiene que la intervención rusa en Ucrania constituye una reacción a la política expansión de Occidente, donde la OTAN con el liderazgo de EEUU, fue convirtiendo a Ucrania en una base de influencia para un control económico, político y militar hacia el este.
El analista invitó a imaginarnos cuál sería la reacción de EEUU si Rusia instalara un régimen prorruso en México, y pusiera bases con misiles nucleares en Canadá y en Centroamérica que estuvieran apuntando hacia EEUU; algo varias veces señalado.
No obstante, la reacción de Occidente frente al conflicto bélico lo hace sufrir más que a Rusia. Las sanciones económicas están generando una dinámica de bloques económicos que va a ir creciendo a medida que Rusia, China, y sus aliados, vean los beneficios que atraen las operciones económimcas en bloque, según demuestran algunos hechos.
En la misma línea, el presidente de Rusia señaló que no existe un reemplazo razonable para el gas ruso en Europa. Para Valdimir Putin la posibilidad de que los países del bloque de Occidente impongan un embargo al gas ruso, afectará a toda la economía global.
Putin resaltó que los suministros de otros países, principalmente de Estados Unidos, que pueden enviarse a Europa, costarán mucho más a los consumidores; esta circunstancia afectará el nivel de vida de los europeos y a la competitividad económica del continente, ya que rechazar los suministros rusos eleva los precios, y desestabiliza aún más al mercado.
Moscú también reorientará sus exportaciones a otros mercados. El gobierno de Rusia llamó a las empresas petroleras locales, a preparar un plan conjunto para aumentar las exportaciones de petróleo y gas a los países latinoamericanos, africanos y asiáticos.
En medio de toda esta coyuntura, Yair Cybel, experto del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) y licenciado en Comunicación Social, señaló que Latinoamérica debe pensar en salidas regionales que le permitan tener una mirada común frente a esta crisis, para que no terminen afectadas sus economías, ya que la ingeniería económico comercial desarrollada en el siglo pasado, las ha hecho muy dependientes de la burocracia económica Occidental.
Para Cybel la integración regional adquiere mayor importancia en el contexto de las elecciones presidenciales que se van a celebrar en Brasil y Colombia este año; si llegasen a triunfar Lula y Petro respectivamente, se podría gestar un giro a la izquierda, con pilares estratégicos de mayor integración latinoamericana, con una mayor defensa a la soberanía que la actual,.
El autor hace hincapié en empezar a pensar en el rol de América Latina dentro un mundo cada vez más complejo y con mayores tensiones. Las condiciones actuales obligan a la región a pensar en nuevos esquemas de integración, que ayuden a América Latina a formar parte de un mundo multipolar.